miércoles, 3 de octubre de 2007

Al Alba

Por casualidad, sin pensarlo demasiado , me perdí, me deje llevar por el azul y me hundí en el dejando que la marea me llevar de un lado a otro. A la deriva me fui sumergiendo cada vez más. Lo olvidé todo por el camino, dejé el alma a la intemperie y me lancé en contra de las olas. Golpe tras golpe, continué, no hay marcha atrás, ya es muy tarde. Al azar deposite mi voluntad, que floraba en la superficie, luchando por resistir. La razón se hallaba ya muy lejos, el corazón me latía fuertemente queriéndose salir del pecho, golpeando fuertemente, asustado pero a la vez complacido en el éxtasis de la tempestad, mientras contemplaba en el cielo los sublimes rayos de sol tan áureos y tan puros. Deseaba atraparlos y guardarlos, resplandecientes se ondulaban en lo alto haciendo que pudiera permanecer eternamente contemplándolos aun cuando ya se hubieran cansado de brillar y perdieran su luz para dejar paso a la plateada y tenue luz del la oscuridad de la noche. Y así fue que me perdí, casi sin quererlo, al amanecer, y me acompañó en el camino.
Se rió de mi, yo quede varada en lugar extraño ahora para mi, sin poder salir, imagino su risa desde lo lejos, cogió lo que quería y luego me dejo ir. Cruel, no borro de la mente, viene una vez tras otra el recuerdo de los ondulados áureos y lo profundo y frió del azul, pero no ví el hielo del invierno que se aproximaba sigilosamente acompañado de la soledad, silenciosa y sutil que se fue asentando, casi sin quererlo, casi sin darme cuanta.

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